miércoles, 17 de octubre de 2012

Dos gotas de agua


-¡Treinta grados a estribor!- desgarró el cielo el capitán- ¡Me ha parecido ver un banco de peces cerca de la superficie!

Diecisiete meses. Diecisiete interminables meses desde que despertaron en aquel mar, piscina o lago. Diecisiete meses desde que cada uno de aquellos marineros, ahora piratas, descubrieron que estaban atrapados, en una extensión de agua que parecía no tener fin.
Pobres, diecisiete meses buscando algún signo de vida, un puerto donde arribar, otra embarcación a la que preguntar, alguna señal que les desvelase que no se trataba de un sueño, que era alguna broma pesada de algún psicópata aburrido. Sin embargo allí seguían, ayudándose del soplar del viento y defendiéndose del rugir de las olas. Siguiendo una dieta basada en pescado crudo y aprovechando las escasas lluvias para rellenar sus reservas de agua.
El sol parecía parpadear. Se notaban segundos de máxima intensidad, en los que los ojos de todos los tripulantes del barco pedían cobijo, y otros momentos en los que había que andar a tientas ya que, sin ser de noche, el sol tan solo era un punto inerte en el cielo.
Caía la noche y mientras la cubierta de la nave se vaciaba, tan solo se apreciaba la figura de una chica, inmóvil, mirando a lo que por primera vez, alguien consideraba infinito. Y fue entonces cuando, mientras el horizonte la hipnotizaba con falsas promesas, la Luna soltó una carcajada y algo se reflejó en el cielo.

Atrapados, perdidos en un océano encerrado en dos esferas de cristal aguamarina. Unas aguas infinitas, las más bellas, profundas, enigmáticas e inesperadas que Penélope había visto en su corta e insípida vida.

"Parado frente al mar, mientras el mundo gira..." Extremoduro

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